lunes, 16 de febrero de 2009

¡¿Uno al mes?!

OK. Debo ser la bloggera más lenta de toda la web. Aparentemente mi ritmo de publicación es uno al mes. Pero yendo al punto:....¡sobreviví enero! ¡y al evento internacional que estaba organizando en mi trabajo! Contra todo pronóstico, salió todo impecable, aunque dejamos sangre, sudor y lágrimas en el camino. Pero valió la pena, porque luego llegó febrero y las vacaciones, y ahora tengo a mis preciosas visitas anunciadas conmigo.

Sin embargo, a pesar de la inmensa alegría de verlas, no puedo evitar que me invada una angustiosa sensación similar a la que te asaltaba en tiempos del colegio los domingos en la tarde, cuando no habías hecho la tarea, o no habías estudiado para la prueba, o no habías comprado los materiales que debías llevar, o simplemente no habías lavado la blusa del uniforme....esa sensación de tiempo que se acaba, de plazo que se cumple inexorablemente. Como lo dijo un amigo un día en nuestra casa, con un certero suspiro entre melancólico y resignado: "¡Se nos fue el domingo!"

Sí: es el final del verano, que en Chile al menos, tiene un ciclo bien definido y marcado por hitos - (¿o ritos?) colectivos. Pasada la euforia y la fiebre consumista de diciembre, todos queremos salir a "veranear" a la playa o el campo; los más acomodados, a Brasil o al Caribe, o tan lejos como los lleven sus bolsillos. Mientras tanto, un Santiago convenientemente semi-vacío, se pone inteligente y lindo, y se ilumina con el Festival de Teatro a Mil, y con diversas y sucesivas muestras o festivales de cine, el de documentales de la U.Católica; festivales de danza, de jazz, ferias del libro, nuevo y usado; de todo...Tiene un toque como intelectual enero en Santiago; pero ya promediando febrero, ¡prepararse! que se viene el Festival de Viña. Y éste sí que es el rito veraniego por excelencia, el más ruidoso, omnipresente, banal y escandaloso. De éste no se salva nadie, estará en los diarios, en las radios, en los matinales de TV, en los programas de recuerdos (para colmo este años cumple 50 años)....en todas las conversaciones y en todos los rincones. Y donde uno esté, ya sea en una cabañita en la playa, en la casa de la mamá en el pueblo, o en su propia casa cocinándose en Santiago, ahí estará, pegado a la tele, odiando el Festival o amándolo, pero viéndolo de todas formas, o al menos hablando de él.

Mientras tanto, silenciosamente se prepara en las grandes tiendas y supermercados una nueva vuelta de página colectiva: aparecen repentinamente las hileras ordenadas de uniformes escolares azules y grises y las últimas tendencias en útiles escolares. Uno que otro texto. Así se da oficialmente inicio al verdadero año hábil o laboral chileno, alrededor de la primera semana marzo; es nuestro equivalente a la vuelta de carnaval, con un ánimo que oscila entre restos de euforia y resaca, y una imprecisa depresión que anuncia la cercanía del invierno, la vuelta al encierro, a mirarse las caras, a bancarse una no siempre cómoda intimidad en familia.

No creo que sea casual que, junto con ello, me entren deseos de volar y vivir como ave migratoria, de los veranos australes a los boreales y viceversa. Tal vez lo intente cuando me crezcan alas.