lunes, 29 de diciembre de 2008

¡Lo dicho!

Bueno señoras y señores, mi pataleta sobre la invisibilidad ha quedado plenamente respaldada por el hecho de que en un mes y medio no hubo ni-un-solo-comentario.....¡ni una visita!!! O sea, si nadie te ve en Internet, ¿dónde se supone que te vean?

En todo caso, entre la fecha de mi debut cibernético hasta hoy, han pasado: mi cumpleaños, la graduación de mi hija en el colegio, la navidad...y desde hace un par de días, el vergonzoso bombardeo israelí sobre la franja de Gaza.

Me entristece y me enfurece a la vez, la situación del pueblo palestino pero, por sobre todo, me indigna la impavidez de la gente, de los medios, de los líderes, de los organismos internacionales ante tamaña agresión y abuso. Me niego a aceptar que las acciones aisladas de facciones radicales de Hamas puedan justificar la matanza de civiles y especialmente, de niños y el terror inflingido a miles de personas que sólo tratan de seguir adelante con sus vidas.

Por otro lado hay que reconocer que su timing es perfecto, ya que entre Navidad y Año Nuevo los ojos, mentes y corazones del mundo están realmente muy lejos de hechos como el que comento: circulan por el planeta miles de millones de saludos, tanto virtuales como de papel, con frases como "Paz y Amor en Navidad" o "Paz y Prosperidad en el Nuevo Año"....¡qué ironía o qué cinismo! En esos mismos momentos caen bombas mortíferas sobre los niños de Gaza.

Bien lo dijo un sabio que lo único que no tiene límites, es la estupidez humana.

sábado, 8 de noviembre de 2008

La mujer menguante

Llevo como un mes tratando de crear este blog. Le he cambiado mil veces el diseño, los colores, el título, he creado y eliminado entradas sin publicarlas, en fin, que luego de haber decidido exponerme al universo internet como que no me atrevo y me pregunto ¿en qué diablos me metí? Pero estoy empeñada y ahí voy.
Esta es la cuestión: mis padres deben haber tenido como 28 años cuando yo nací y siendo todavía chica, escuchaba a mi papá decir mitad en broma mitad en serio, que cuando cumpliera 50 se pegaría un tiro porque la vejez era lo peor (usaba otras palabras, créanme). Hoy tiene como 82 y sigue rabiando contra la vejez. Mi mamá por su parte siempre se negó a envejecer. Hasta bien pasados los 75 se teñía el pelo, se maquillaba, e intentaba con pasión eliminar cualquier huella de envejecimiento en su cara o cuerpo. Supe de una cirugía estética que se hizo ¡a los 36 años! y esto en una época en que todavía no existía Dr. 90210. Yo -como solemos hacer los hijos- renegaba de estos afanes de mis padres por eternizar su juventud y me juraba "envejecer con dignidad", una pelotudez magnífica y sólo atribuible a mi estúpida arrogancia juvenil.
Y aquí estoy, a mediados de la quinta década, sintiéndome como aquel tipo de una novelita que leí en la adolescencia ("El Hombre Menguante", no recuerdo el autor), que por alguna razón que no viene al caso se empezaba a achicar hasta casi desaparecer. O sea, estoy sintiendo que desaparezco de a poquito. Y por eso pensé, bueno, tal vez si lo digo en voz lo suficientemente alta en la vitrina más universal que existe -Internet- pueda revertir esta maldición que es envejecer, o al menos, satisfacer mi más elemental derecho al pataleo.
No me malinterpreten: Reconozco que el paso de los años tiene sus beneficios, principalmente la experiencia, pero seamos francos. A la hora de competir por un empleo ¿te ha pasado que valoren más tu experiencia que la 'buena presencia', 'dinamismo' u otros atributos de personas -obviamente- menores? Tu experiencia ¿te ha servido para que alguno de tus hijos, amigos o pareja no repita los mismos errores que tú, o éstos han defendido a capa y espada su derecho a cometer sus propios errores? Con todo, no estoy muy segura si cambiaría mi experiencia por el cuerpo y la alegría de vivir que tenía a los 25 ó los 30....¿o sí?